Nunca olvidaré las historias que me contaba mi abuelo siendo yo un niño. Esta fue una de ellas con la que aprendí a amar mi tierra.
Mi querido nieto, cuando yo era un zagal andaba por Andalucía en busca de aventuras y sustento. Llegué tras mucho andar a “Cordobita la Llana” que de llana tiene poco porque fui por más sierras que “Curro Jiménez”. Hijo mío, llegué a un mesón y, al ver al mesonero apartando salmorejo, con su jamón, el huevo… los ojos se me salían de las órbitas y la boca se me hacía agua, tanto como para llenar el río Guadalquivir.”
Tenía más hambre que un caracol en un cristal, cuál sería mi cara al verme, Manolete, el torero cordobés, que me invitó a todo lo que quise y más. ¡Qué gran generosidad la del torero, no contento con haber satisfecho mis necesidades de alimento, me llevó a recorrer la ciudad y sus monumentos!
Recorriendo la ciudad, me iba contando historias de personajes célebres andaluces y esto me hizo car en la cuenta de la generosidad que caracterizaba al pueblo andaluz y de la alegría que contagia su gente.
Mi abuelo, supo trasmitirme este sentimiento que me acompañará a lo largo de toda mi vida.
Antonio
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