viernes, 23 de abril de 2010

Para no olvidar


Hay historias que no se olvidan aunque pase una eternidad, porque son responsables de cómo son las personas y lo dicen todo de alguien. Todo el mundo tiene su propia historia, todas diferentes e igual de importantes al mismo tiempo, y da la respuesta y el sentido a las preguntas de quien las vive. Como cualquier otra persona, un chico de poco mas de doce años, Carlos, aun recuerda su historia.
Carlos era un chico normal, como se es a su edad y de muy buen corazón.
Ese año, acababan de empezar las vacaciones de verano y una mañana de repente se encontró en el lugar mas desconocido y a la vez familiar que podía esperar, donde una sensación igual de extraña lo invadió, unos olores magníficos le embargaron los sentidos y una voz melódica y profunda que parecía venir de todas partes le habló, aunque en realidad no lo hizo, solamente le consultó su corazón. Lo que le dijo fueron las palabras más claras y sabias que había oído y oyó en su vida. Lo que la voz le dijo nunca lo olvidó, pero esas palabras no las volvió a oír mencionar nunca. Cuándo la voz cesó, una clara luz apareció ante él y entonces todo lo que vio fue un mar revuelto de imágenes, sonidos, emociones y sentimientos y reconoció todos y cada uno de ellos.
Era lo que había visto, oído, sentido y querido y lo que iba a ver, oír, sentir y querer.
Al instante todo se desvaneció y unos resplandores y una penumbra lo envolvieron, y luego apareció tumbado en su cuarto. Eran las diez y media, lo que dejó claro que no había estado dormido porque era exactamente la misma hora. Esa noche escribió en un papel: Nunca olvidaré nada, porque no se debe olvidar lo que se sentido porque, en realidad no se puede.
Carlos cambió mucho, porque si anteriormente se ha dicho que era de buen corazón, después lo fue más y todos lo notaron, pero nunca le preguntaron por qué.



Manuel

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