viernes, 16 de abril de 2010

El plan perfecto


-No, no y mil veces no. Te he dicho que no haré ese trabajo para ti y no lo haré – dije furioso – Nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión…

-Venga tío, si solo es llevar ese camión a Tarragona – me dijo Mauricio, más conocido por “el Maury” – Solo serán unos días. Sabes que ganaríamos miles de euros con ese trabajillo. Sé que no estás pasando por un buen momento, y que te hace falta ese dinero. Anda, vete, mañana hablaremos.

Salí de ese lugar tan pronto como me lo dijo. Tenía razón, estaba tieso, no tenía nada en ese momento. No hacía nada más que pensar en ese trabajo; por una parte, me interesaría porque ganaría algo para comer hasta que encontrara trabajo, por otra, me podrían coger los polis y entonces es cuando estaría perdido.

Era viernes, uno de esos viernes de verano en los que la gente salía a esta hora a pasear, la hora en la que los jilgueros le cantaban al anochecer, y yo estaba pensando en el lunes, día en que había quedado con el Maury para hacer ese viaje a Tarragona con ese dichoso camión cargado de droga; esperaba que me saliera bien.

Llegó el lunes, y los dos estábamos tomándonos unos cafés en una gasolinera a las afueras del pueblo. Eran las 6:00 am y salimos camino a Tarragona. Yo iba conduciendo y el Maury a mi lado. No se oía una sola palabra, solo el monótono solido de la fría brisa de una noche de verano. Por fin me atreví a cortar ese silencio y le pregunté qué iba a hacer con el dinero, él no contestó.

En ese preciso instante vimos a lo lejos lo que parecía las sirenas de un coche patrulla. En efecto, lo era y el Maury me dijo que le pisara, para que no nos parase, pero cuando le dije que era mejor que fuésemos despacio, me apuntó con un arma. Eso no entraba en mis planes. Haciéndole caso, pisé a fondo y la guardia salió tras nosotros. Yo pensaba que mi plan no saldría bien.

Tras un incesante cuarto de hora, vi como mi plan se iba al carajo, pero el dios Júpiter había inclinado su cetro para que todo se arreglase y, afortunadamente, unas de las ruedas del camión se pinchó e hizo que éste se fuese inmediatamente a la cuneta.

La guardia detuvo al Maury y lo llevaron de una vez por todas en el trullo. El general del cuerpo me dio las gracias por mi intervención en la captura del mayor traficante de los alrededores y me recompensó por todo mi trabajo y por poner en riesgo mi vida para ayudarles.

El Maury fue a juicio y estuvo tan solo tres meses en la cárcel, porque decidió quitarse la vida.

Melquíades

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