Me levanté una mañana, y no sé cómo ni por qué, pero de golpe y porrazo mis recuerdos se habían esfumado. Desorientada, salí de mi cuarto. De pronto, alguien dijo:
Cariño, pero, ¿qué haces todavía así? Vas a llegar tarde al instituto.
¿Mamá?
No, ¡tu prima la de Cuenca! ¡Anda, no digas tonterías y ve a arreglarte! Y hoy te llevo yo en coche, que si vas andando no llegas.
Pero, ¿y ahora qué? ¡No recordaba ni siquiera lo que se hacía en un instituto!
Después de un pequeño discurso del director, ya comenzaba a comprender de lo que iba eso del instituto... Y, por supuesto, ya empecé con mal pie: se dispuso a pasar lista.
Anabel Lorenzo Prado.
Se hizo el silencio. Nadie contestó. ¿Sería yo esa tal “Anabel Lorenzo Prado”?
No lo sabía, así que me callé. Fue pasando lista y observó que faltaba alguien. Pude leer en su mirada lo que me diría segundos después:
Y tú, ¿cómo te llamas?
Yo, esto...bueno... es que yo...en fin... ¡Anabel! Sí, me llamo Anabel.
En ese momento apareció una nueva alumna por la puerta:
Perdón, llego tarde. Lo siento.
No, muchacha, te has equivocado de sitio. En esta clase estamos todos.
No, profesor. Soy Anabel. Anabel Lorenzo Prado.
Pero... Entonces esta chica... ¿quién es?
Pero...¡Alicia!- se apresuró a decirle.- ¿Tu clase no era 1º C?
En ese instante hubiera deseado que me tragara la Tierra. Pero sonó la sirena. Era la hora de salir. Y Anabel me acompañó.
Pero, ¿se puede saber qué ha pasado?- dijo mientras trasteaba su móvil nuevo.
Acto seguido el tiempo se congeló. Esa canción...¡Era mi canción preferida! La que escuchaba todo el tiempo, la que siempre me acompañaba....¡Ahora lo recuerdo todo!
Nada, amiga, ya nada. Sólo esa canción...- dije abrazando a Anabel.- ¡Que nunca te olvidaré! Nunca os olvidaré, amigos. ¡Gracias, gracias, Anabel!
No la dejé hablar. Mañana ya lo arreglaría todo. Hoy solo quería llegar a casa. Y esta vez, recordaría bien el camino.
Melocotón
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