viernes, 23 de abril de 2010

Luna, nunca te olvidaré.


Fue el día más feliz de mi vida, 16 de marzo de 2005. Iba yo por el campo dando un paseo con mis padres, cuando me encuentro una perrita herida, en medio del camino. Yo le pregunté a mi padre que si me la podía quedar, me dijo que sí. Entonces, al día siguiente, la llevé al veterinario y le puso sus vacunas correspondientes y le curó todas las heridas que tenía en el cuerpo. Fue el mes más feliz de mi vida, le enseñaba cosas nuevas, le daba de comer, paseaba y jugaba con ella (su juguete favorito era una pelota que cuando le daba, sonaba). Un día me dijo mi padre que si le había puesto nombre y, ya que no tenía ninguno, decidí que se llamaría Luna. Seis meses después descubrí que Luna estaba embarazada, nacieron siete perritos, pero cuatro de ellos murieron. A los otros tres le puse de nombre: Coco, Lucas y Yaco. Uno se lo quedó mi tía; otro se lo regalé a mi abuela, que le encantaba los perros y otro se lo llevó mi primo. Siempre iba a ver los perritos con Luna y ella jugaba muchísimo con ellos.

Un día, mientras cruzaba por el paso de peatones, se me escapó Luna y fue atropellada. Murió. Yo salí llorando y llamé a mi madre.

Todos los días pienso y pienso cómo se sentirá Luna, allí donde me esté viendo. Yo cada noche de verano, cuando salgo a dar un paseo y veo las estrellas, pienso: ¿Qué estrella será Luna? ¿Me quiere como yo la quiero a ella? ¿Por qué se me fue de mi vida?

Yo siempre digo que Luna ha sido de mi familia y siempre lo será, allí donde esté. Y lo más importante es que nunca la olvidaré.

Bético

TE QUIERO, LUNA.

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