jueves, 15 de abril de 2010

El sillón vacío


Era un miércoles cualquiera. Me encontraba en casa cuando empezó a sonar el móvil, algo normal en una adolescente. La llamada era de mi tía…tenía noticias para mí, y no eran buenas...de nuevo mi abuela...y de nuevo otro derrame cerebral... Las mismas sensaciones recorrían mi cuerpo otra vez., la misma mirada perdida, los mismos escalofríos y  la misma presión en el estómago. Al día siguiente, no pude ir al instituto, estaba demasiado preocupada. El teléfono volvió a sonar.”Ven y ayúdame a recoger el Belén”- me dijo mi tía, De entrada, me pareció raro... ¿porqué querría quitarlo con tanta prisa? Pregunté por mi abuela....y escuché las palabras más duras a las que jamás me había tenido que enfrentar. Ya no había vuelta atrás, sólo esperar a que Dios se la llevara. Si es trágico perder a una de las personas más importantes de tu vida, peor es saber que se está muriendo y no poder hacer nada para evitarlo. En el momento en el que me lo dijo, las lágrimas invadieron mis ojos...y caí al suelo, abatida. Al día siguiente, decidí ir al instituto para intentar distraerme, aunque no fue así. Desde que llegué a clase, estaba ausente, ida....no podía dejar de pensar en la lucha en la que estaba inmersa mi abuela...sabiendo de antemano que la perdería. El profesor de Matemáticas me llamó la atención....era evidente que estaba distraída....ya no aguantaba más....exploté. Los profesores intentaban consolarme y ayudarme...y aunque les estaré agradecida siempre...no era suficiente...no podía parar de llorar. Esa tarde reuní las fuerzas necesarias para ir al hospital. Decidí entrar a verla de la mano de mi tío, no es fácil para una niña de mi edad entrar sola a la UCI. Llegué a su cama. El silencio, sólo roto por las máquinas a las que estaba conectada ella, lo envolvía todo. Su respiración comenzó a acelerarse, como si ella notase mi presencia. Tuve que salir de allí...la sensación de impotencia que tenía no me permitía permanecer más tiempo a su lado. El sábado volví a visitarla. Ya estaba en planta, en una habitación para ella sola...esperando a la muerte...Tenía muchísima fiebre, estaba ardiendo...y su respiración estaba muy acelerada por culpa de la neumonía. Nos mirábamos todos los presentes en la habitación, sin decir palabra alguna....todos sabíamos que el fin estaba cerca. Mi tío me sacó de la habitación y me llevó a la cafetería....para que me distrajera. El móvil volvió a sonar....por última vez. Mi abuela se había ido. Me quedé inmóvil, sin llorar...sin hacer gesto alguno. Sólo me derrumbé cuando mi madre vino hacia mí, llorando desconsoladamente. Nunca olvidaré esos trágicos días...y aún hoy, cuando paso junto a su sillón, me la imagino allí, sentada y mirándome con una sonrisa. Nunca olvidaré a esa campeona, que luchó hasta el último día de su vida.

La ninfa melancólica

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