viernes, 23 de abril de 2010

Nunca lo olvidaré


Nunca olvidaré el pasado viaje a Sevilla hace tres días y dos noches.

Visité partes que eran desconocidas para mí y para mis amigos. Exploré sus maravillas más remotas y consulté a los más sabios guías acerca de sus vigorosos monumentos y edificios.

Me recomendaron visitar el monumento más simbólico de Sevilla, “La Giralda”, con sus esculturas y tapizados de arte renacentista hacia finales del siglo XII.

Todo era precioso, me fijé en sus gigantescos techos, pilares y luminosas ventanas de colores palpitantes.

Aquello era fantástico aunque no me sentía del todo completo, necesitaba algo más, por eso observé un cartel digital que ilustraba un mensaje que ponía: SUBIDA A LA GIRALDA, SIGA LAS FLECHAS . Esa señal permitió que la parte pícara de mi conciencia me hiciese separarme de mis compañeros y dirigirme hacia la gran cola de gente que esperaba para subir a la Giralda. Cuando por fin acabó esa tremenda cola de gente pensé que hubiera sido mejor haberse quedado con los demás porque veía la gente bajar cansada y desnutrida de sus treinta y siete pisos de altura. Ese obstáculo hizo que mi cabeza se dijese a si misma: “¿Estás preparado para subir?”, pues “¡Let´s go!”

Me adentré en sus estrechos caminos y comencé a subir lo más rápido que pude, pero no era suficiente. Al llegar al piso seis ya estaba agotado y aun me quedaban treinta y un pisos más por subir. Poco a poco veía la altitud que iba cogiendo a través de las ventanas y mi ansiedad ya estaba subiendo por cada paso que daba.

Al fin estaba delante del último piso y una blanca y gloriosa luz iluminó mi camino conduciéndome hacia una puerta.

Cuando me asomé valió la pena, me senté sobre el reposo de lo alto de la torre y me quedé estupefacto ante las vistas de Sevilla.

Nunca olvidaré el momento en que subí a la Giralda y contemplé sus vistas.

SERIOTE

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