viernes, 23 de abril de 2010

Nunca lo olvidaré


Varios días antes de que terminara el instituto mis padres me comunicaron que nos íbamos a mudar a Málaga por asuntos de trabajo. El día anterior a trasladarme a mi nueva casa, todas mis amigas vinieron a ayudarme a hacer las maletas y aunque intentábamos parecer fuertes, no era así, ya que todas estábamos muy tristes por mi ida y a pesar de que volvería en vacaciones, no iba a ser lo mismo.

Sin darme cuenta, había corrido el tiempo tan rápido que yo ya me encontraba montada en el coche. Estuve todo el camino callada, al igual que mi familia, reconozco que soy muy mala para esos cambios tan bruscos. Al cabo de un par de horas, empezamos a ver una gran masa de agua brillante, el mar, y aunque en cualquier otra situación me hubiera alegrado por tenerlo tan cerca, en esos momentos no lo estaba.

Entré en mi nuevo hogar que era más grande que el anterior, más luminoso y con unas vistas fantásticas a la costa.

Aunque pareciese mentira, no salí de mi casa hasta una semana después, precisamente comencé a salir el día que empezaban las clases del instituto. Pero en esa ocasión, no podía poner pretextos ya que era mi obligación ir a clase, no todo era tan malo como pensaba: tenía buenos compañeros, chicas que querían ser mis amigas y un chico maravilloso llamado Raúl, pero para mi mala suerte, también le interesaba a más de una chica del instituto.

Volviendo para casa y con mi autoestima por los suelos vi cómo Raúl me seguía, por eso lo esperé, al parecer era mi vecino y, además, me invitó a ver todos los rincones maravillosos que había en aquel lugar. Esa misma tarde. Parecía que cada vez nos llevábamos mejor y que no era una chica más de todas aquellas que intentaban impresionarle.

Un día me llevó a la playa y allí me dijo:

-Nunca lo olvidaré.

No entendía lo que me decía pero allí mismo me plantó un beso de esos que nunca se olvidan, cómo decía Raúl. A partir de aquel maravilloso día, era la novia de Raúl y una persona tremendamente feliz. Y todo aquello me enseñó que no todos los cambios bruscos tienen que ser grandes catástrofes, sino que pueden ser gratas sorpresas y, que no me puedo sentir inferior que otra persona y tirar la toalla, sea la situación que sea.

Bella

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