viernes, 23 de abril de 2010

Nunca lo olvidaré...


Ese domingo, como otro cualquiera del mes de diciembre. Unos días antes estuve hablando con mi padre de lo mucho que me gustaría volver a Barcelona a ver un partido de fútbol, pero él podía pensar que eran tonterías mías.

Ese domingo había terminado de hacer la tarea temprano y mis padres llegaron a casa a la hora de almorzar. Mi padre con una sonrisa en la cara, me dijo:

- Fea, tengo una sorpresa para ti.

Me quedé extrañada. ¿Qué podía ser esa sorpresa?. Le insistí en que me dijera qué era aquello que podía hacerme tan feliz, pero se lo pensó antes de contestar.

- ¿Tú no querías ir a ver un partido del Barça? Puede que vayamos porque han sobrado entradas en la peña.

Cuando oí sus palabras me emocioné y sentí una enorme alegría. ¡Posiblemente fuera a ver jugar a mi equipo! ¡Era alucinante!¡Vería a Messi y a Gerard Piqué!

Cada semana le preguntaba a mi padre cuándo estaría seguro de que íbamos a ir, pero él siempre me respondía que no lo sabía.

Una tarde llegó a casa y me enseñó el calendario de partido, señaló el Barça-Málaga y dijo:

- Este es el partido que vamos a ver. El 27 de febrero es el gran día. Todavía tengo que pagarlo, pero si te portas bien, iremos.

Ya era seguro (porque me había portado muy bien) y faltaba una semana para el gran día. Por fin llegó y yo estaba más emocionada que nunca. Aquel viernes por la noche saldríamos camino de Barcelona. Estaba muy nerviosa, pero por fin mi sueño se iba a cumplir. Esta tan impaciente que desde las nueve gritaba a mi padre “Vamos a llegar tarde”.

Eran las once y por fin subimos al autobús camino de Barcelona. La noche se hizo bastante larga, todo estaba muy silencioso y me angustiaba un poco. Sólo conseguí dormir una hora y media.

Al amanecer, todo el mundo despertó y el viaje empezó a ponerse divertido porque todos hablaban y reían muy animados. Me lo pasé genial.

Al llegar a Barcelona y alojarnos en el hotel, nos fuimos todos a dar una vuelta por la Sagrada Familia y visitamos el museo del Camp Nou. Por la tarde paseamos tranquilamente hacia campo. Los alrededores estaban abarrotados de gente que quería ver a los jugadores llegar al estadio.

Cuando los seguidores y aficionados empezaron a gritar era porque Ibra y Bojan llegaban en sus respectivos coches. Poco a poco fuimos entrando arrastrados por una gran marea humana hasta que nos colocamos en nuestros asientos. Me quedé alucinada al ver aquel campo tan grande. Aún no había entrado mucha gente pero ya impresionaba.

Mi amiga María y yo estábamos nerviosísimas cuando el marcador luminoso señalaba las nueve y media y los jugadores salían para calentar. Recuerdo perfectamente que el segundo en salir fue Leo Messi y el quinto, Gerard Piqué. Cuando los vi, no me lo podía creer. Piqué era tan perfecto como lo había visto en la tele: alto, con los ojos azules y su pelo dorado...¡perfecto! Y Messi...¡Messi era increible! Tan pequeñito como en televisión. Pero eso sí, nadie le quitaba ojo de encima. Cuando atrapaba el balón y corría, nadie lo paraba, era imposible.

Costó un poco ganar al Málaga, pero lo consiguieron

Al día siguiente, al salir del hotel vi a Piqué en un bar cercano. Empecé a llamarlo, miró hacia mí y me saludó.

Nunca olvidaré aquel 27 de febrero.



SC

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