viernes, 23 de abril de 2010

La soledad de un libro


En una calle vieja, rota por sus años, yacía un viejo mendigo cuyo fin era tener un poco de dinero para alimentarse ya que antes de ser un mendigo era librero y por causas de pagos se vio arruinado y en la calle. Antes de que le quitaran todo lo que tenía se llevó un único libro, era un libro de pasión, de aventuras, de maleficios encantados.

Al leer ese libro siempre se acordaba del pasado y de la gente que le había ayudado y de la que no. Lo leía una y otra vez y siempre se acordaba de lo que iba después, pero nunca se cansaba de leerlo. Al leer el libro se imaginaba un mundo nuevo , un mundo donde él estaba solo y toda la gente que él quería podía estar solo con un chasquido de dedos , también se imaginaba que las personas que le hicieron daño y lo pusieron en esas circunstancias trabajaban para él. Se despertaba una y otra vez de aquella imaginación que le hacía ser alguien importante, mientras que las personas pasaban de prisa para evitar darle a aquel pobre hombre algo para comer.

El libro lo seguía leyendo una y otra vez, día tras día, año tras año... El libro desprendía un fuerte olor y también estaba roto al igual que su dueño ya que habían sufrido muchas guerras y batallas. Al pronunciar las últimas palabras de aquel dichoso libro, sus párpados se cerraban poco a poco. Desde entonces habían pasado cuatro años y los dos tenían un aspecto más desaliñado y se vieron las caras por última vez.

A la tarde siguiente una pelota iba calle abajo con unos niños que se vieron atrapados por la crueldad que veían: un pobre hombre desamparado que se encontraba muerto con un libro en el pecho y una mano engarrotada con un plato vacío.

Un libro puede hacer feliz hasta la persona más insignificante. Si hay imaginación hay un libro

Laves

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