viernes, 23 de abril de 2010

Mi gata más preciada



Estando yo en mi casa, una tarde de verano, estaba muy contenta. Me levanté, desayuné, y me fui a mi cochera a echarle de comer a mi gata, como de costumbre.
Cuando me disponía a echarle de comer, me llevé un susto tremendo, me di cuenta de que mi gata no estaba allí. Empecé a buscarla por todo el pueblo, pero no la encontraba.
Llamé a mi madre, a mi padre y a mi hermano. Mi madre y yo la buscábamos por la calle, andando y mi padre y mi hermano con el coche.
Yo estaba muy nerviosa, no comprendía porque se había ido. Después de un tiempo de buscarla no la encontramos... Me quedé muy dolida, no comía nada, me pasaba las tardes y las noches llorando.
Ella era muy bonita, blanca como la luna, con unas manchas marrones. Se llamaba Manchi.
Yo tenía fe en que la podía encontrar y al día siguiente iba a intentar buscarla de nuevo.
No la encontraba, yo no podía más... Todas mis amigas me daban fuerzas y me decían que iba a aparecer, pero a mí ya se me habían acabado las esperanzas, estaba muy triste, yo siempre pensé que mi gata iba a estar conmigo, pero luego, me di cuenta de que eso no iba a ser así.

Pasada una semana, mi hermano, para darme ánimos, me dijo que si quería el gato de un amigo suyo. Ese gato era negro, como el cielo cuando se enfada. Yo le dije a mi hermano que no lo quería, porque ningún gato podía reemplazar a mi Manchi. Mi hermano me hacía muchas cosas, para que no me pusiese triste, pero yo seguía deprimida.
Mi madre me compraba mucha ropa, porque pensaba que así me iba a animar. Me gustaba todo lo que estaba haciendo por mí, pero yo seguía muy afligida.
Todavía no la he encontrado, y sigo muy, muy dolorida, pero creo que lo que tengo que hacer es tener un poco de esperanza...

Manchi

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