jueves, 22 de abril de 2010

La promesa


¿Sabe alguien lo que es la desesperación?, ¿la impotencia?, ¿la rabia?... Pienso que nadie en el mundo lo sabe como yo. Crees que todo es normal, pero no aprecias lo que tienes, no sabes apreciarlo. Me llamo Sara y tengo 35 años. Ahora he sido capaz de pasar página y rehacer mi vida. Tengo una hija preciosa, se llama Clara. En el momento en que la tomé en mis brazos por primera vez, retomé los peores recuerdos de mi vida. Estaba de vacaciones con mi marido y mi hija Elena de 3 años, en Haití, un lugar que me fascinaba. Todo iba de perlas: paseábamos juntos, jugábamos, reíamos… Uno de esos días me fui con Elena de paseo, pero de repente me vi enterrada en el caos, en el desconcierto, la ira, un lío del que no podía salir. Hubo unos momentos que parecieron años. Después, sólo recuerdo una cantidad infinita de gritos vacíos, desesperados. Abrí los ojos y descubrí a mi marido muerto, al lado de mí, agarrando a nuestra hija de la mano. Ella estaba sangrando, se había rajado en la pierna y no paraba de llorar. Yo le decía: “tranquila, hija, saldremos de esta, te lo prometo”. Se oían la sirenas de los coches por las calles, y yo, desconsolada, gritando con toda mi alma sin respuesta alguna. Pasaban los minutos eternos, las lágrimas, pero yo tenía que ser fuerte, Elena estaba conmigo. En ese momento mi mente quedó en blanco y cuando desperté, vi a una muchacha reanimándome y al lado un hombre muy serio esperándome. Al recuperarme, se me pasó por la cabeza lo que había pasado y corrí a buscar a alguien que me ayudase, pero el hombre me paró y me llevó a una especie de campamento o algo así lleno de camillas. En ese momento caí derrumbada al suelo inmersa en un sentimiento tan fuerte que era inexplicable: mi hija estaba allí, pálida como la nieve cubierta de sangre y heridas, con solo 3 años… Me mató el remordimiento de pensar en aquella promesa: “tranquila hija, saldremos de ésta”. A veces pienso por qué salí viva de aquello, pero poco a poco lo he ido superando (aunque no del todo) y después descubro que mi nuevo marido también me quieres y que mi hija Clara me necesita. Ahora soy feliz otra vez, aunque nunca olvidaré ni me perdonaré aquella promesa, nunca.

Marmo

0 comentarios:

Publicar un comentario